Soy de las que leen con un lápiz en la mano. Subrayar las frases es atraparlas, hacerlas mías; saber que podré volver a ellas cuando las necesite. O incluso reencontrarlas, cuando menos me lo espere.
Cuando los textos, además de llamar mi atención, me despiertan ideas a explorar o reflexiones nuevas, entonces lo escribo en el margen. Ese espacio, minúsculo, entre el cuerpo de texto y el extremo del papel supone un espacio para dialogar con quien escribe. Ahí está nuestra mirada, nuestro modo de pensar.
Son como miguitas de pan que van mostrando lo que nos va aportando y despertando la lectura.
Marginalia. Así es como acuñó el poeta Samuel Taylor Coleridge a las notas en el margen. Tan aficionado era el poeta a esta forma de leer, que sus notas al margen constituyen, por si mismas, verdaderas obras de arte.
Coleridge le puso nombre, pero no fue el primero.
Felipe II escribía en los libros que usaba para su formación, aunque probablemente lo haría más por entretenimiento que por enriquecimiento del texto (los garabatos en los márgenes de los libros de texto son odas a la creatividad).
Fermat escribió su teorema en una nota al margen.
Nelson Mandela también dejó su firma, al lado de una cita que él mismo subrayó de la antología de Shakespeare. Un libro, por cierto, que entró en la prisión disfrazado de Biblia durante la estancia de Mandela y que fue de mano en mano.
Gracias a las notas al margen, podemos leer acceder a otra versión de La Metamorfosis de Kafka , la que se articula a través de las anotaciones de Nobokov.
Y Erick Schmidt empezó su proyecto The Pages Project después de heredar la biblioteca de su abuelo y encontrar en ella cientos de libros, todos con anotaciones en los márgenes. Otro camino para conocer a su abuelo, otra manera -mucho más íntima- de entender su manera de pensar y ver la vida.
Enriquecer el libro o destrozarlo
No hay ninguna otra forma artística que permita alterar de este modo la obra. Aunque sea sólo para quien lo observa. Pero nadie dibuja en el marco de una obra ni llena silencios de una película con su voz en off. El libro, en cambio, refuerzo su carácter íntimo y personal de esta manera, dándonos un espacio entre el texto y la realidad.
Sin embargo, las notas al margen tienen sus detractores, aquellos que prefieren los libros intactos, impolutos. Consideran que escribir en un libro es un sacrilegio, un maltrato, un menosprecio, casi. El libro se convierte en un objeto en sí. Distante, intocable, perfecto. Los libros son para cuidarlos.
Otros, en cambio, entienden que la marginalia enriquece el libro, hace única cada copia. Escriben en los márgenes, subrayan los textos y doblan tímidamente -o no tanto- la esquina, para indicar por dónde seguir. Para ellos, libros libros son para vivirlos.
El primero, probablemente, no preste nunca sus libros porque estos son objetos casi de arte, que van conformando una biblioteca única.
El segundo, tal vez tampoco lo preste, pero por motivos diferentes: porque cada ejemplar se ha convertido en una especie de diario, con demasiada información, tal vez íntima y, sin duda, personal.
Me reconozco en estos segundos. Cuanto más me ha gustado un libro, más he volcado en él, en sus líneas y en sus márgenes. Y más afán tengo por conservarlo. Por eso y porque todavía no he encontrado la manera de recordar a quién le presto; igual que probablemente la otra persona no ha hallado tampoco el modo de saber de quién es el libro. Así que, en vez de prestarlo, prefiero regalar otro ejemplar.
Escribir al margen es mi modo de escribir. Incluso cuando escribo en una página en blanco, acostumbro a escribir sobre lo que veo, leo, siento. Y eso, para mí, es otra manera de escribir notas al margen. No soy de escribir historias inventadas, prefiero poner palabras a las historias vividas. Ordenarlas con frases, sentido y ritmo es otra manera, para mí, de vivirlas y reflexionarlas. Hilar ideas y relacionar experiencias.
Estas cartas semanales que recibes son mis notas al margen. Por eso, a partir de hoy, este será el nombre de este espacio. Notas al margen. Estas, serán compartidas. Para reflexionar, ordenar y enriquecer lo que aprendo, vivo y pienso.
Gracias por leerlas. Y gracias por enriquecerlas con tus comentarios, que son otro modo, también, de escribir en los márgenes.
Me ha encantado, me siento reconocida!
Me identifico 🙂. Sí, mis anotaciones al margen incluyen a veces emoticonos